Mi nombre es Beatriz Herguedas, soy doctora en Bioquímica e investigadora Ramón y Cajal en el instituto BIFI de la Universidad de Zaragoza.
Siempre quise ser científica. Crecí en Ainzón, donde mi padre era maestro y en casa nadie “era de ciencias”, pero desde pequeña me interesó mucho el medio ambiente, las plantas, las rocas… De esa época son mi primer microscopio y telescopio, mis paseos por el río, mi colección de hojas y una infancia memorable. Con 12 años me trasladé a Zaragoza y mi profesora Remedios Fernández me inculcó su pasión por la Química. Mi profesora de Biología Pietas Ventura, me apoyó para que participase en un curso de Bioquímica al acabar el instituto, lo que acabó por marcar mi futuro. Ya en la carrera comenzaron a interesarme las proteínas, las pequeñas máquinas moleculares que desempeñan las funciones en las células. Tras finalizar la licenciatura realicé la tesis dirigida por Marta Martínez y Milagros Medina, y me especialicé en Biología estructural, el campo que busca comprender cómo funcionan las proteínas a nivel atómico. Lo que vino después fueron 4 años de tesis, varias estancias en centros de investigación en Madrid y Barcelona, casi 8 años en el Laboratorio de Biología Molecular del MRC en Cambridge (uno de los centros de investigación más importante del mundo en mi campo de investigación) y, finalmente, los momentos más cruciales de mi vida: el nacimiento de mi hijo y mi hija. Los dos llegaron con un pan debajo del brazo (en forma de artículos en la revista “Science”), lo que me abrió la puerta a conseguir una posición como investigadora Ramón y Cajal en España.
En mi grupo tratamos de comprender el funcionamiento de los receptores de glutamato neuronales. Estas proteínas se encuentran en la superficie de las neuronas, en los puntos en los que estas neuronas se comunican, las sinapsis. Cuando una neurona está “activa” libera una molécula (el neurotransmisor) que se une a los receptores presentes en la neurona siguiente. Nosotros utilizamos microscopios crío-electrónicos para “ver” a estos receptores: comprender cómo funcionan, cómo unen fármacos y cómo son regulados por ellos.
Creo que el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia es necesario, pero también espero que cuando mi hija sea mayor a ella le parezca raro que antes se celebrase este día. Aunque en los departamentos universitarios cada vez hay más profesoras, siguen siendo minoría en la dirección de proyectos y los números son todavía peores en los centros de investigación más competitivos del mundo. Necesitamos despertar vocaciones en niñas, pero, además, necesitamos que más científicas recién doctoradas continúen con la carrera científica. Para mí, el embarazo, la maternidad y la crianza fueron momentos de debilidad, de transformación de prioridades, de cambios en mi manera de trabajar y de organizarme. Por eso entiendo que abandonemos y pienso que tiene que ser prioritario apoyar a las mujeres para que estas “paradas” no tengan tanto impacto en nuestra carrera científica posterior.