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Última modificación
Vie , 16/08/2024 - 10:56

// Con los ojos de la ciencia

El río Ebro

Una persona del ámbito científico, al mirar hacia el Ebro desde cualquiera de los  puentes que lo atraviesan en la ciudad de Zaragoza en un día veraniego, recordará que es la dispersión de la luz blanca del sol por las partículas atmosféricas la que es responsable del color azul del cielo (I = I0{8?3·N·?4 / l4·R2} (1+cos2(?))), que los objetos parecen torcidos al entrar en el río debido a la refracción (n1 sen(?1) = n2 sen(?2)), y que podemos ver reflejos en los cristales de los edificios gracias a la reflexión de la luz (?i=?r).

También observará el caudal del Ebro, el volumen de fluido que circula por unidad de tiempo, que se expresa en metros cúbicos por segundo o miles de metros cúbicos por segundo, variables en tiempo y espacio, con una evolución, y lo representará mediante hidrogramas.

Tendrá en cuenta el movimiento del agua, con las ecuaciones de la energía (P+ ? gz+1/2 ?v2) para describir el comportamiento de un fluido moviéndose a lo largo de una línea de corriente en respuesta a las pérdidas por fricción en el lecho, o podría calcular el gradiente barométrico o de presiones, que se produce por las diferencias de presión en el agua del río a lo largo de la vertical en un punto donde la profundidad del agua sea h: P(z)=P_at + ?g(h-z).

Si además ve una piragua flotando en el Ebro, destacará que flota porque su peso (Mg) es menor que el empuje que sufre al estar sumergida en el agua (E). También pensará que su movimiento al deslizarse se opone a la fuerza de resistencia del agua (FD) cuyo valor está muy determinado por la forma estilizada de la piragua que minimiza la anchura de su estela.

En función de la pendiente del curso de agua que lleve el Ebro, de su caudal, y por lo tanto de la velocidad del flujo de agua, podrá analizar el depósito de materiales sólidos. Al aumentar la fuerza tractiva de la corriente aumenta también la parte del transporte sólido que permanece en suspensión y la que se mueve en el fondo del lecho.

El fondo está en equilibrio en presencia de transporte de sedimento cuando las partículas que  erosionan son las mismas que sedimentan, de manera que el fondo no modifica su cota. Gracias a una herramienta sencilla la Balanza de Lane (1955), que propone una relación entre cuatro variables: el caudal líquido  Q, el caudal sólido de fondo Qs, la pendiente S y el tamaño del sedimento D, podría comprender el equilibrio de fondo.

También podría apreciar miles de microorganismos viviendo en el agua si los observase  con suficiente aumento así como la multitud de variedades de plantas en ambas riberas, que generan glucosa a partir del CO2 ambiental gracias al ciclo de Calvin, o fijarse en la fuerza de sustentación (FS), que explica y describe el vuelo de las decenas de especies de aves que habitan en el entorno del Ebro.

Y tú, ¿qué ves? La ciencia es un bien colectivo, envíanos tus sugerencias a ucc@unizar.es y las iremos incluyendo.

El río Ebro